Archive for abril 2009

Pensamientos de escalera

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"No es suficiente, para alcanzar La Paz..."

Éso gritaba el auricular de un mp3 averiado, que percutía el tímpano de aquel que bajaba la escalera. "Un día de estos terminas sordo", pensaba para sí.

Parecía haberse quedado una tarde tranquila. Lástima que no pudiese compartirla con ella, con su pelo y con sus palabras. Una pena que no pudiesen sentarse en la arena a ver pasar las horas y hablar, cantar, reir; reir como tontos, porque cuando hay felicidad, cuando estas con ella, te vuelves tonto. Tonto por completo.

-¡Coño! -gritó entonces el inepto. Casi se abre la cabeza contra los escalones, de no haberse agarrado a la barandilla- Malditas zapatillas -suspiró.

"Estás bajando escalones, ¿vale? Concéntrate, hostia. Tampoco es tan difícil. A ver si bajamos sin descalabrarnos".

"¡Qué cerda es la gente!" se dijo para sí a continuación, al ver una bolita de papel en el borde de un peldaño. Por supuesto no se paró a recogerla.

Enumeró entonces lo que debía hacer esa tarde: comprar arena para el gato, pasta de dientes y mirar esos pantalones. Tampoco es que le hicieran falta pero estaban baratos, qué mas da. Entonces recordó gente como el mendigo que se ponía en la puerta de Mercadona. ¿Cuánto tiempo haría que no se compraba ése unos pantalones? "¡Bah! ¡Que trabaje!" se respondió a él mismo.

El gato de la vecina del primero se le pasó por los pies, enroscándose en sus pantorrillas. "Puto misifú" refunfuñó "Al final me voy a caer de verdad".

Bajando el último tramo de escaleras consiguió ver la luz que entraba por la puerta, al fondo. Volvió a pensar que hacía un buen día, que quería estar con ella y que iba a llamarla. Se iba a atrever. Sí, joder. ¿Por qué no? Ya era hora.

Alcanzó el pomo de la puerta y tiró para sí. Pensándolo mejor, se estaba poniendo un poco nublado. Mejor llamarla otro día, al fin y al cabo hoy no tenía ganas. No tenía ganas e iba a quedar como un tonto; seguro que le daba por balbucear y decir chorradas. Mejor otro día, sí.

Mejor será otro día que haga más sol. Otro día que se ponga a pensar mientras baje las escaleras.

El catorce de abril de Santos Martínez

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Una mesa en el escenario del mugriento salón de actos del Ibáñez Martín espera a ser ocupada. Un telón cerrado tras ella esconde lo que un día fuera una capilla, la capilla de un instituto más del régimen que en el pasado inundó España. De la mesa cuelga, por delante, para que se vea bien, una bandera con tres colores, aún con los pliegues de haber estado guardada mucho tiempo. Rosas rojas, amarillas y violetas conforman un centro preparado para la ocasión. Acompaña a toda la parafernalia un pequeño banderín, como descolgado del resto del decorado, como puesto a deshora.

Quién diría que un instituto con nombre franquista una mañana del catorce de abril celebraría el aniversario de la Segunda República, la república del 31, la república de Alcalá-Zamora y Azaña. Quién nos iba a decir que un señor manco, haciéndose pasar por Santos Martínez, se subiría a ese escenario mugriento para explicar -de manera muy particular- ese período de la historia española que, a algunos gustándoles más y a otros menos, sucedió.

No es que me considere yo republicano, para eso debería estar aqui otra compañera escribiendo esto. Tampoco es que sea para mi ningún día especial pero, por qué no decirlo, me alegra. Me alegra ver que todavía queda gente que lucha por la libertad y por conseguir algo mejor, gente lucha por sus ideales y gente que, aun sabiendo mucho, se entretiene en dar una conferencia para un atajo de adolescentes con granos.

Cómo no, en todos lados tiene que haber alguien que se entretiene jodiendo la marrana. Nos sirve esto para recordarnos que las distintas ideas existen y que los intransigentes existen al igual. Todo sea por aprender en un día como el de hoy, en el que yo he aprendido bastante. Sea todo por celebrar otro abril más que un día España fue republicana.

Does that make me crazy?

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Vaya plantel. Un sábado sin salir, un blog sin actualizar desde febrero y nadie de quien esperar una llamada. Triste, ¿verdad?

Y aquí estoy, señores. Con esa canción, Crazy, de Gnarls Barkley -ya saben "I remember when I lost my mind..."- de fondo, con ganas de bailar pero sin las jodidas zapatillas de Saturday Night Fever. Soy uno de esos tipos que se ponen una canción en el reproductor una y otra vez hasta que acaban aborreciéndola. A veces me odio a mí mismo. Entonces es cuando vuelvo a poner la rola que me ronda la cabeza y dejo de pensar.

Es bueno dejar de pensar a veces. Dicen que no se puede, ¿cómo que no? Será porque soy un hombre, pero en ciertos momentos siento que he desconectado, que le he dado al off. El preciso instante en el que el funk recorre todas mis neuronas y las paraliza o cuando, en un concierto, me da por saltar y perder los estribos de mis movimientos. Cuando la música se adueña de mi, de mis sesos, de mis pies y de mis manos. Claro que eso sólo les pasa a los estúpidos humanos que no salen un sábado por la noche porque sus colegas andan cada uno por un sitio.

Eso sólo me pasa a mí.