Archive for octubre 2010

oídos trillados

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¿No te pasa que hay veces que ni los mejores oídos te entienden?
No es por ponerme dramático de nuevo, pero no te veo cerca.

Tú estarás a lo tuyo, yo estaré a lo mío -digo yo- y en este momento ni me pregunto ni sé si sonríes o no.



Yo daría lo que fuera porque tú estuvieras viviendo lo que yo vivo. Daría lo que me pidieses por que yo viviera lo que tú estés viviendo. Ver lo que tu ves, oler lo que tu hueles. O, mejor aún, ver lo que tú ves contigo, oler lo que tú hueles contigo.



Quiero que no estemos lejos más. Quiero que te sientes cerca y que me des un abrazo de esos que no me dejan respirar.


Quiero que se me quite esta tontería escuchando a la Bobby Band y a Nina Simone. Quiero que mis penas se ahogen el blues y jazz. Quiero que las notas sean antibióticos que me eviten sufrir.

Quiero que vengas, y no sé para qué

La Saeta del Sur

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Todos los caballeros necesitan un corcel. Don Quijote tenía su rocinante, el Cid a Babieca así como Alejandro Magno tuvo a Bucéfalo.

Con el paso de los tiempos los grandes hombres se hicieron con otros medios de transporte más modernos. El amigo Ernesto Ché llevk,ó su motocicleta por todos los rincones de sudamérica mientras algunos utilizaban otros aparatos aún más modernos. Darth Vader con su Estrella de la Muerte o Jack Kerouac con su furgoneta, ejemplos casi parecidos.

Hasta los superhéroes tenían los suyos. Batmóvil, la moto del Capitán América o el cohete de flash gordon, para el caso todo es lo mismo.

Así pues, andábame yo pensando que, para ser un gran hombre, un superyo, para ser todo un caballero, necesito mi medio de locomoción. Un caballo no es posible por motivos obvios; una motocicleta o un auto desaprobados por carestía de permisos; el cohete o el Batmóvil quizás en otro momento. Algo ligero, que me lleve donde necesito y que a la vez sea elegante. Algo que encima no contamine, ni cague, ni relinche. Algo que me permita ser más y mejor.

Así fue como llegó a casa -a la residencia, vamos-, mi gran compañera y afable sufridora de aventuras; en una tarde oscura, casi a prisas -como me gustan a mi las cosas- apareció después de que un hombre que tartamudeaba le tocase las clavijas. Así, con las ruedas bien hinchadas y sus colores negro, rojo, y blanco relucientes, apareció mi "Saeta del Sur". Quién sabe qué lugares recorreré con ella. De momento está en el primer piso esperando hollar caminos.

Hoy es un gran día, señores. Hoy me he comprado una bicicleta.

zas

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- ¿Come usted habitualmente?
- Sí, bueno, todos los días.
- Ahm, qué suerte.