Lady Beach

"Me empeño en ser cobarde. Cobarde con cojones, chacho", iba pensando yo mientras pateaba una lata de vuelta a casa esta misma noche. El suelo de las alamedas estaba algo húmedo, el sol acababa de caer y la gente se acercaba a la feria, como de costumbre. Todos los años es lo mismo, el idéntico ritmo marcado por esa jodida feria. Parece que fue ayer cuando iba con mi madre agarrado de la mano, cagado de miedo por montarme en las atracciones. Siempre fui un cobarde. Lo fui y lo seré, supongo, y cada día me doy más cuenta de ello. Y no hay más que ver mi reacción al verte esta tarde, bajar la mirada y notar mi corazón latir más rápido de la cuenta. Nada más.



Ahora en casa, con los restos de la fiesta rondándome entre las neuronas y sin dejarme pensar bien me da por reflexionar. Hay que ser gilipollas, macho. Ponerse a razonar a estas horas. Será el rock and roll que me incita o la sensación de estar perdiendo el tiempo que me hace volverme loco. Y el caso es que estaba yo pensando en lo hipócrita e imbécil que puedo llegar a ser. De buscarte e intentar llamar tu atención, como un chiquillo que tira de la falda de una señorita que le gusta de ese modo en que le gustan a los chiquillos las señoritas más mayores, a bajar la mirada, a no querer mirarte habiéndote visto. ¿Por qué? No pregunten, señores. Yo creo que cada vez que te acercas mi mente se bloquea y se dedica a hacer gilipolleces. Sí, justo como aquella vez en que sabía que estarías en la playa de al lado y salí a correr dos veces el mismo día, sólo para intentar verte. Para colmo, cuando me pareció divisarte e incluso me pareció que me gritabas algo me dio por correr más. Pero, como buen imbécil, la cosa no quedó ahí y volví a ir a la playa de al lado con el mismo fin. Por alguna extraña razón esa vez no salí pitando y pude verte, mirarte y tener una conversación de las que sólo tengo contigo. Y es que me impresionas, me acongojas; a tu lado soy pequeño, más aún, y todo lo extrovertido que soy con las tías, con la gente en general, me lo trago hacia adentro y me convierto en un niñato que no controla lo que hace.

En fin, ya lo tengo asimilado. Tú no eres para mí, la idea ya está. Eres demasiado, eres única e increíble; eres mayor y compites a otro nivel. Quizá vayas de femme fatal, de chica Ray-Ban, tan típica pero a la vez tan única como tú sólo sabes. Tienes todos los ingredientes que pueden gustarme en una mujer mezclados en la justa medida. Lo malo es que no soy lo suficientemente valiente para contártelo, y me limito a bajar la mirada y a dejar que mi corazón lata más fuerte de la cuenta. Lo unico que me reconforta es que no vas a leer esto, que nunca te vas a enterar y que pasarás a la historia como las que iban antes que tú.

Porque tenía razón aquella chiquilla en la puerta del "Ice Rank "en Edimburgo. Tengo un problema, un problema con nombre de persona.

Lady Beach, lo siento.

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