Archive for junio 2011

Sí, se empieza con sueño.

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Se dá mejor el viaje si se empieza con sueño.
Ya habrá tiempo de dormir cuando estemos muertos.


Lemas que me repito y que intento no llevar demasiado a cabo. Que dormir también está bien. Tiene sus cosas. Lo que me ocurre es que jamás consigo dormir ni mucho ni bien la noche de antes de empezar un periplo. No sé, todo se agolpa en las horas noctámbulas y me da la sensación de dejar cosas sin hacer.

Para cuando más de uno lea esto yo ya estaré mezclado en medios de transporte. Avión, bus, tren, quién coño sabe dónde.

Comienza la época que más me gusta. Los días de no dejar el culo quieto.

La experiencia de los sabios impúberes

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Y esos planes que tanto gusta imaginar, ¿qué fue de ellos?

Una cala solitaria y unos mojitos, quizás. Un par de antorchas y buenos colegas para disfrutarlo.


Que salga o no, eso es cuestión de suerte. Que lo planeemos y lo saboreemos con canciones de Russian Red y un café con hielo es lo que me quedo.

Ritmos recurrentes.

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Cuando el helado y la masturbación son la mejor alternativa para pasar el rato es que algo no funciona.

Si lo único que te consuela es escuchar música indie de corte neosurrealista y dejaron de hacerte gracia los vídeos de José Mota hace tiempo, algo ocurre.

Que las noches de San Juan se pasen bien entre risas no quita que sigas siendo el inútil que pierde el tiempo pensando en cosas estúpidas. Eso lo sabes bien, y lo correcto sería pensar que estás caminando por el camino equivocado.

Además, si la persona a la que amas no quiere saber nada de ti y la comunicación es nula a pesar de que las vías existan, he de decir que merecería la pena acudir al médico.



Siempre te quedará pensar que hay cosas más tristes que lo tuyo.

centered

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breath my friend, things are going.
breath buddy, your mind is working.

just focus for a while, just try to get your brain out of another brain - maybe till wednesday.

every plan in your schedule is taking its way to life.
every nite is an arrangement to get by.
but breath, lil' me.
breath cause your midinght will be real over here. Maybe in Paris.
Maybe in Madrid.

Let's talk about chances

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En ocasiones me doy cuenta de lo variables que son los estados de ánimo.


A veces pienso en la cantidad de cosas que hay que hacer, en la cantidad de veces que tengo que comerme unos labios con sabor a whiskey en días próximos, en el insondable número de vuelos que me esperan este verano y el posterior aumento de mi huella de carbono. También sopeso la de tequila que tengo que tomar (que no derramar) y la de veces que me tendré que cortar la barba.

Hay cosas por las que luchar. Países que visitar y canciones con las que ponerte pasteloso. "Hoy tengo ganas de ti".

Finalización del experimento

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La desconexión tecnológica es un buen método, siempre que no se incluyan factores afectivos/pastelosos en el proceso. También es un inconveniente que la conexión sea brusca. Puedes darte cuenta que, de repente, hay un alcalde neofascista en Badalona que afirma no dar un céntimo para integración y que tacha a todo inmigrante de delincuente. Puedes enterarte de que un caballito pony es algo muy triste y recordar que el trabajo acumulado algún día tiene que hacerse. Puedes tener en el móvil cinco llamadas perdidas y dos mensajes dispuestos a alegrarte el día de nueva conexión.

Como consecuencia de este experimento de paletos que se creen bohemios podemos extraer que los días pueden ser maravillosos sin móvil, televisión o internet pero que es imposible eludir la realidad. Al establecer un nuevo contacto repentino, además, las cosas pueden ponerse difíciles. Es el mismo shock que provoca un corte de digestión.

Arriba el surrealismo y abajo las cajas registradoras.

Desintoxicación tecnológica.

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Tienen razón. Voy a llevar a cabo un proceso de desintoxicación para que la tecnología no forme parte de mis huesos. Voy a salvar la camara de fotografiar. El ordenador lo guardo bajo llave en el armario del trastero, junto al móvil y el furby.


Deal.

Terrazas con sol y toldo.

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Érase una persona maravillosa que hablaba a los animales -a un perro más feo que un cardenal en el ombligo y a un gato callejero con esos ojos que sabes que te van a traicionar de un segundo a otro-. Tenía un nombre mágico, como más me gusta. Se salía de lo típico por el ronroneo de erres que provocaban sus apellidos. Evocaba conchas, arena y redes varadas en la orilla. Sonaba a cuevas de esas que hay por Calabardina, con sus vírgenes y sus pececitos que habitan el coral. Reminiscencias marinas.


Dos orejas muy hermosas que sabían escuchar y unos labios rojos que se pintaba, a veces, todavía más rojos y que eran de los labios rojos más bonitos que he visto. Tripulante experimentada de cachivaches situados sobre tierras movedizas. Era fuerte. Tenía dos cojones la niña de las canciones pop que alegran tardes taciturnas.


Y el caso es que estaba yo una tarde saliendo del letargo, o eso me creía. Cuando me doy viajes largos hago como aquel personaje de la novela de García Márquez y duermo tres días seguidos -o casi-. Estaba yo despertando de la hibernación cuando ella me dio el calor que me hacía falta. Eso de que en casa llueva no es típico por estas fechas. Ya saben que los cambios de temperatura provocan catarros de lo más tonto. Me dio patatas fritas y refresco de cola en una terraza con sol y toldo y hablamos de lo nuestro. De lo suyo y lo mío. Pues eso, de lo nuestro.

Pequeños gestos que alegran a cualquiera. Sólo quería contarlo. Sólo eso.

Ahí me voy otra vez

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Cuando me monto en tren y veo pasar Madrid detrás de mí se me vuelven a partir los huesos. Se me astillan los sentimientos y las plantas de los pies se me ponen verdes. Verdes del color de las gramíneas.


Cuando me doy cuenta de lo mucho que viví se me encoge la vida en los puños y se me saltan las legañas de no dormir en toda la noche por arreglar asuntos pendientes.


Madrid es un gran luchador. Este año me ha pegado fuerte.