Piedras en serrín

Obsesión. No le busques otro nombre. No puedo dejar de pensar en ti por un solo momento. Te has instalado entre mis sienes y pareces tener ganas de quedarte y, lo peor, es que no dejas entrar ni salir otra cosa. Sólo tú. Solamente tú.

Espero que me comprendan cuando digo que no se me ocurre nada mejor con lo que actualizar el blog a día de hoy, ya que mi cabeza está llena de serrín, polvo y mierda. Y entre todo ese cajón de carpintero al que le llaman cerebro sólo hay algo que se salga de lo normal: una piedrecita de color negro azulado, de unos cinco centímetros, que hasta ahora parecía no haberme percatado de que estuviese ahí. En un principio, pensé en tirarla, pero jugué con ella un tiempo y la volví a meter en ese cofre que nada tiene. Olvidada quedó, la piedrecita negra azulada tenía otros planes, otras personas con las que estar y alguien a quien querer.

Pasó el tiempo. No recuerdo cuanto, ¿un año quizás? Sí, un año supongo, hasta que me decidí a abrir la caja apestante a humedad, a cerrado, a añejo. Y allí estaba de nuevo esa jodida piedrecita, sobre el polvo gris, como si nada hubiese pasado por ella y mucho más llamativa que antes para mí. El azul de sus vetas parecía conquistarme y cegarme como no hizo antes. La piedrecita negra azulada, además, me hizo caso por primera vez. Ya no parecía darle tanta importancia a la gente con la que quería estar, o a ese alguien que pretendía amar. Ese trozo de roca quería ser mío, me decía al oído, aunque nunca lo fue de verdad, como no es de nadie nada en este mundo.

Y así es como acabé enamorado hasta las trancas de una piedra, señores. Poquito a poco me dejó conocerla cada vez más. A partir de aquel día ocupó mi pensamiento, me levantaba con ella en los párpados y me acostaba con ella por la noche en el sofá. Así es como sólo puedo remitirme a pensar en esa piedrecita que ahora pasa de mí, que prefiere otra gente con la que estar y a la que amar. Así es como me debato yo entre mis sábanas para averiguar qué hacer.

Así es como descubrí, señores, que hasta la piedra más pequeña es puta. Putas piedras que no te dejan pensar.

This entry was posted on viernes, 16 de octubre de 2009. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

Leave a Reply

Alegrame un rato. Puedes hacerlo escribiendo una chorrada aquí: