Dejar a un lado durante ocho semanas a la gente que quieres es difícil. La tierra a la que nos agarramos como si de parásitos se tratase va a echarse de menos. El mar, las olas, las tardes de no hacer nada, las chavalas en bikini, las noches sin dormir, tú... Va a ser duro, sí.
Mandar todo a tomar por el culo, olvidarme del mundo y desaparecer; igual que cuando desaparece algo por casa durante una temporada y luego lo encuentras en la mesita de noche. No estar durante unos meses pero volver como si nada hubiese pasado.
Desconectar, olvidar el teléfono móvil, el ordenador y la televisión y vivir.
Aprender de la gente que vas a conocer. Que la gente que vas a conocer aprenda contigo.
No dormir, cansarte, reírte y llorar al mismo tiempo. Sentir añoranza por todo, no saber dónde está tu lugar -al menos al principio.
Soñar, jugar, disfrutar, trabajar y crecer. Crecer como tú sólo y, al mismo tiempo, sentir cómo cambia tu vida.
El precio a pagar es alto, pero merece la pena. Porque los pesos que van cayendo a ambos lados de la balanza se igualan e incluso gana el lado del "+". Porque siento que, al final, lo único que echaré de menos será la música. Bueno, ya cantaré yo.
Señores, si encuentran a un loco cantando solo por el mundo, ese soy yo. Por favor devuélvanme a mis progenitores o a cualquier protectora de animales. Ellos sabrán lo que hacer conmigo ya que ni yo mismo lo sé.
Nos veremos pronto, seguro. Suerte