Archive for septiembre 2009

Demencialmente extasiados

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“Descorchaste un champán en mitad del polvo, como en las películas porno”. Estábamos hartos de la convencionalidad, de los finales felices y de que todo terminase bien. Optamos, pues, por romper la botella contra el cabecero de la cama y llorar. Lo suyo era haber terminado de follar, pero siempre fuiste a contracorriente.

Me gusta verte sufrir; es una relación proporcional: cuanto más quiero a una tía más me gusta verla con los ojos llorosos. Tú me correspondiste con mi dosis de dolor por esa noche.

Nadie sabe cómo nos encontramos. Por casualidad, supongo, aunque la casualidad parece no existir. No puedo recordar exactamente cómo fue, sólo que iba drogado, como todos los fines de semana, para desinhibirme de la tensión del trabajo. Tú apareciste entre luces, cubatas derramados y olor a sudor para llevarme de un beso a la puerta del local. Allí, con los ojos del portero clavados en nosotros, me comiste a besos y me llevaste a las escaleras del edificio de enfrente para terminar de comerme. Todo lo hiciste tú; a mí me bastó con dejarme llevar y sentirte, como aquellas noches del verano pasado. Tus manos tocaban todo mi cuerpo, mientras tu lengua entretenía a mi boca y me tenía amarrado. Parecías desesperada, loca, fuera de ti misma.

Te aparté de mí, de mi boca y de mi cuerpo. Tú no aguantabas más, y yo mucho menos. Nuestras mentes se cruzaron, pareciste leer en mis ojos lo que buscaba, justo como antes. Agarraste el cuello de mi camisa y me levantaste del portón para salir corriendo. Apenas pude quitarme tu saliva de la cara y cerrarme el pantalón.

Apareciendo en la puerta de tu casa seguiste con tus mordiscos y tus besos dislocados. Te tomé entonces de la cintura mientras intentabas abrir la puerta. Ibas fatal, pero me encantaba tu cara en ese momento: tus párpados caían suavemente hacia abajo y tu risa desorbitada se dejaba escuchar por toda la calle, haciendo a la vecina del tercero asomarse para ver qué pasaba. Tu ropa, por otro lado, estaba igual de perfecta que tú; no podía faltar nada en ti. Tenías que salir a matar. A matarme.

Los ojos me quemaban y la cabeza parecía que me iba a estallar. Subimos hasta tu cuarto a trompicones, tropezando en cada escalón y dejando un beso en cada uno de ellos. Con cada bocado nos hacíamos uno, fundiéndonos como un helado a la sombra. En tu cama no pudimos más, hasta que nos encontramos sin saber qué hacer. Cristales rotos, sábanas mojadas de champagne, sangre y lágrimas. Tu boca fue dejando de estar tan suave, tan loca y tan ardiente poco a poco para convertirse en un gesto de amargura. La única solución era reactivarnos con aquellas pastillas de niña pija que tanto te gustaban. Mi lengua alimentó a tu boca para volverla como antes, tan fugaz y tan inquieta.

Esta vez era yo quien mandaba. Tú estabas a mi merced, indefensa sobre la cama de tu habitación. Ahora mordía yo, era yo quien tenía ganas de más, de sacarte todo lo que llevabas dentro. Tu cuerpo temblaba, parecías tener miedo y frío. Te agarraste a mi espalda más fuerte, me arañaste como si estuvieras cayéndote y necesitases aferrarte a mí. A mí me gustaba, toda tu fuerza parecía escaparse mientras me pasabas tu aliento. Como una muñeca bajo mi cuerpo te dejabas hacer. Más tarde creí que querías escapar. Tu cuerpo convulsionó y yo comencé a asustarme. Me aparté de ti y te sentí expirar, dejando en tu cara un gesto desfigurado de nerviosismo. Te toqué. Aún estabas caliente, pero ya no notaba nada dentro de ti.

Ahora lloraba yo. Yo gritaba ahogadamente agarrado a tu cuello. Sirenas de ambulancia se mezclaron con mis sollozos para cerrar el telón de una representación desenfrenada y turbia, como de drama moderno. Tu cuerpo yacía entre la calma que viene después de la tempestad, mientras en mi boca aún quedabas tú, quedaban esas golosinas de niña pija que tanto te gustan. Tu apariencia, aún así, seguía siendo perfecta. Aquella noche habías salido a matar. Habías salido a matarte.

Lady Beach

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"Me empeño en ser cobarde. Cobarde con cojones, chacho", iba pensando yo mientras pateaba una lata de vuelta a casa esta misma noche. El suelo de las alamedas estaba algo húmedo, el sol acababa de caer y la gente se acercaba a la feria, como de costumbre. Todos los años es lo mismo, el idéntico ritmo marcado por esa jodida feria. Parece que fue ayer cuando iba con mi madre agarrado de la mano, cagado de miedo por montarme en las atracciones. Siempre fui un cobarde. Lo fui y lo seré, supongo, y cada día me doy más cuenta de ello. Y no hay más que ver mi reacción al verte esta tarde, bajar la mirada y notar mi corazón latir más rápido de la cuenta. Nada más.



Ahora en casa, con los restos de la fiesta rondándome entre las neuronas y sin dejarme pensar bien me da por reflexionar. Hay que ser gilipollas, macho. Ponerse a razonar a estas horas. Será el rock and roll que me incita o la sensación de estar perdiendo el tiempo que me hace volverme loco. Y el caso es que estaba yo pensando en lo hipócrita e imbécil que puedo llegar a ser. De buscarte e intentar llamar tu atención, como un chiquillo que tira de la falda de una señorita que le gusta de ese modo en que le gustan a los chiquillos las señoritas más mayores, a bajar la mirada, a no querer mirarte habiéndote visto. ¿Por qué? No pregunten, señores. Yo creo que cada vez que te acercas mi mente se bloquea y se dedica a hacer gilipolleces. Sí, justo como aquella vez en que sabía que estarías en la playa de al lado y salí a correr dos veces el mismo día, sólo para intentar verte. Para colmo, cuando me pareció divisarte e incluso me pareció que me gritabas algo me dio por correr más. Pero, como buen imbécil, la cosa no quedó ahí y volví a ir a la playa de al lado con el mismo fin. Por alguna extraña razón esa vez no salí pitando y pude verte, mirarte y tener una conversación de las que sólo tengo contigo. Y es que me impresionas, me acongojas; a tu lado soy pequeño, más aún, y todo lo extrovertido que soy con las tías, con la gente en general, me lo trago hacia adentro y me convierto en un niñato que no controla lo que hace.

En fin, ya lo tengo asimilado. Tú no eres para mí, la idea ya está. Eres demasiado, eres única e increíble; eres mayor y compites a otro nivel. Quizá vayas de femme fatal, de chica Ray-Ban, tan típica pero a la vez tan única como tú sólo sabes. Tienes todos los ingredientes que pueden gustarme en una mujer mezclados en la justa medida. Lo malo es que no soy lo suficientemente valiente para contártelo, y me limito a bajar la mirada y a dejar que mi corazón lata más fuerte de la cuenta. Lo unico que me reconforta es que no vas a leer esto, que nunca te vas a enterar y que pasarás a la historia como las que iban antes que tú.

Porque tenía razón aquella chiquilla en la puerta del "Ice Rank "en Edimburgo. Tengo un problema, un problema con nombre de persona.

Lady Beach, lo siento.

y uno que vuelve

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Tres meses fuera y es como si nada hubiese pasado. Sigo estando igual, sigo buscando los mismos desamores que siempre y sigo con mis cambios de humor. Continúo, un año más, con las clases, los trabajos chorras, los encontronazos fugaces y las carreras bajo la lluvia.

Sigo tirando de este blog porque, como una vez alguien posteó, son más numerosos los que desisten que los que fracasan. Por esa frase me propuse no dejar esto, aunque parezca que lo tengo olvidado y no actualice casi.

En fin, a ver si ya instalado tras una semanita de relax me pongo en mi sitio y me encargo de todo lo que tengo por delante.

Lo que decía al principio supongo que será algo referente a mis pensamientos de subnormal sin remedio. Quizá en algún momento se me pasó por la mente que en tres meses por ahí, perdido de todo y buscando algo, cambiaría aunque sólo fuese un poco. Será como dijo Miguel de Unamuno, que el que viaja no es por encontrar algo mejor, sino para huír de todo lo que va dejando atrás. A lo mejor es que no encuentro un lugar, aunque ese lugar se suponga que está aquí. Quién sabe, puede que sea que no encuentro a la persona, o que no puedo vomitarle todo lo que pienso a alguien... Y esque algunos los hay que les da por beber hasta caer de culo. Otros prefieren drogas. Yo soy el raro "jodioporculo" -término murciano- que se desahoga escuchando música difícil de descifrar.

En fin, nada cambiará, supongo, por mucho que me mueva, por mucha gente que conozca. En un principio esto era para decir que vuelvo a estar por aqui tras algunas semanas de ausencia. Pues eso, que aunque sólo me lea una roja de mierda, seguiré dando por el culo una cuantas actualizaciones más. Por que conmigo, será uno más el que no desista.