Archive for octubre 2009

Soy

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Soy especial. Tengo una capacidad de convencer que pocos tienen. Siempre me han halagado y me han dicho lo buena que soy. Lo que no saben es que en el fondo soy una zorra.

Los chicos malos del barrio toda la vida me dijeron que era a la que más querian y los chicos buenos que se hacían pasar por malos me terminaron deseando. Las niñas, aunque me de vergüenza reconocerlo, me cataron cuando les tocó. Estuve en las más altas esferas, lo tengo que decir, y llegué a arrastrarme por lo más bajo; siempre de blanco, ya fuese de gala o de luto, me paseé por donde quise y besé a quien me dio la gana. A día de hoy no entiendo de sexos, ni edades, ni clases. Todo vale en mi juego y parece irme bastante bien. Piso fuerte, te dejaré sin respiración si me lo propongo. Y sabes que lo sé, y sé que lo sabes; entonces ¿qué intentas conmigo?

Salgo todas las noches y la mayoría andan pendientes de mí. Soy indispensable en tu fiesta, irremediablemente estaré ahí si quieres triunfar después de los cubatas. Lo mejor, la crème de la crème, te daré el punto de inhibición que te falta para atacar; sabes que eres tímido y que sin que esté yo no puedes. Te haré volverte loco, te haré sentirlo todo mejor. Tus pupilas se van a dilatar cuando me aprecies de verdad, tus nervios se van a acelerar. Tu sábado de mierda se va a convertir en el más increíble de toda tu vida.

Ven, joder, que no muerdo -tú tampoco morderás dentro de poco, te quedarás sin dientes-. Porque como dije antes, soy una perra, soy un mal bicho. Piénsatelo bien antes de conocerme. Si un colega quiere que te me presentes no le hagas caso, sigue tu camino. De lo contrario lo vas a lamentar, no hoy ni tampoco mañana, pero te acordarás de lo que ahora te digo. Soy la hija de puta que se ha llevado para delante familias completas, soy la que se cargó los planes de ese padre y de esa madre para aquella niña que acababa de nacer. Sabes a lo que me refiero, desde que esa chica de barrio alto llegó a una casa acomodada me dejé aparecer y lo mandé todo a la mierda. ¿Lo peor? Que me gusta y que no me avergüenzo de ello. Ese bebé que tuvo la chavala de barrio bajo fue mi diana, tan dulce y con esos ojos. Se me ocurrió un plan: me iba a colar en ella por su madre. Me encantaba escucharla llorar pidiendo la leche corrupta de esos senos en esas largas noches que sólo soportaron los demás. La chava de barrio estaba conmigo en el cuarto de baño. Al final no pudimos con ellos y nos fuimos la barriobajera y yo por donde vinimos. Ahora yo te dejo sin tabique nasal y con las costillas al aire, mientras sigues amamantando a más niños que un día serán perros de presa.

Pienso descuartizar a todo lo que se ponga por enmedio. La vida de un ejecutivo me importa una mierda. Su éxito, su trabajo, su mujer y sus tres hijos me la sudan. Él vino conmigo después de su cena de empresa y ahora es mío. La de aquel tontito que se quedó sin nada sin haberlo tenido antes no creas que me va a importar más. Sí, como la de esos niños que pedaleaban con los pies descalzos y que me buscaban todos los mediodías en la mesilla de papá.

Me das igual tú, tu historia y tu mierda de vida. Porque no sabes quién soy yo, ¿verdad?

He dicho que no te acerques, no te muevas.

He venido a joder.

Soy la mujer de blanco.

"sonó el teléfono, era Carmen"

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"Tengo un cuchillo de plástico en la mano derecha con el que me he propuesto llevar a cabo un crimen. Con la zurda, mientras tanto, agarro un paquete de toallitas de bebé para eliminar los restos.

De una patada voy a derribar la puerta de ese antro al que llamas librería. Voy a romper los cristales y te voy a escuchar gritar del susto. Siempre me gustó contar con el factor sorpresa. Estarás haciendo caja, ¿verdad? Claro, las horas que son... ¡Joder! ¡Me voy por las ramas! Lo que decía, te pienso llevar a empujones a esa habitación donde teneis tirados los libros por el suelo, como si fuesen porquería. ¿Lo ves? No se pueden tratar así a los libros, quién te diría que por desparramar libros te iban a asesinar esta noche. Nocturnidad, premeditación y alevosía. Me van a caer todas, chaval. Y, ¿qué es eso de llamarme chico? ¿Chico? Joder, es que te las vas buscando¿. Dónde te dejaste la educación? Todas las jodidas garrulas sois iguales, con vuestra cola alta en la cabeza y esos aros dorados que te descuelgan las orejas.

Después del descuartizamiento voy a limpiar la sala con las toallitas. Lo que haré con el cuerpo aún no lo tengo claro. ¿Es mejor prenderle fuego en un descampado o lanzarlo al Guadalentín?"




Un pitido discontinuo sonó, acompañándose del siguiente mensaje dictado por una cajera con voz de estreñida:
-Marisa de congelados acuda a caja uno por favor




"Tengo que dejarme lo de imaginar crímenes con lo primero que cojo en el supermercado"

Ahora una vibración en el bolsillo me pillo de imprevisto. El factor sorpresa me había ganado. De nuevo sonó el teléfono, era Carmen.


[Inspiración paara uno de Almería que tiene que hacer historias con final cerrado para el cole]

Piedras en serrín

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Obsesión. No le busques otro nombre. No puedo dejar de pensar en ti por un solo momento. Te has instalado entre mis sienes y pareces tener ganas de quedarte y, lo peor, es que no dejas entrar ni salir otra cosa. Sólo tú. Solamente tú.

Espero que me comprendan cuando digo que no se me ocurre nada mejor con lo que actualizar el blog a día de hoy, ya que mi cabeza está llena de serrín, polvo y mierda. Y entre todo ese cajón de carpintero al que le llaman cerebro sólo hay algo que se salga de lo normal: una piedrecita de color negro azulado, de unos cinco centímetros, que hasta ahora parecía no haberme percatado de que estuviese ahí. En un principio, pensé en tirarla, pero jugué con ella un tiempo y la volví a meter en ese cofre que nada tiene. Olvidada quedó, la piedrecita negra azulada tenía otros planes, otras personas con las que estar y alguien a quien querer.

Pasó el tiempo. No recuerdo cuanto, ¿un año quizás? Sí, un año supongo, hasta que me decidí a abrir la caja apestante a humedad, a cerrado, a añejo. Y allí estaba de nuevo esa jodida piedrecita, sobre el polvo gris, como si nada hubiese pasado por ella y mucho más llamativa que antes para mí. El azul de sus vetas parecía conquistarme y cegarme como no hizo antes. La piedrecita negra azulada, además, me hizo caso por primera vez. Ya no parecía darle tanta importancia a la gente con la que quería estar, o a ese alguien que pretendía amar. Ese trozo de roca quería ser mío, me decía al oído, aunque nunca lo fue de verdad, como no es de nadie nada en este mundo.

Y así es como acabé enamorado hasta las trancas de una piedra, señores. Poquito a poco me dejó conocerla cada vez más. A partir de aquel día ocupó mi pensamiento, me levantaba con ella en los párpados y me acostaba con ella por la noche en el sofá. Así es como sólo puedo remitirme a pensar en esa piedrecita que ahora pasa de mí, que prefiere otra gente con la que estar y a la que amar. Así es como me debato yo entre mis sábanas para averiguar qué hacer.

Así es como descubrí, señores, que hasta la piedra más pequeña es puta. Putas piedras que no te dejan pensar.