Demencialmente extasiados

“Descorchaste un champán en mitad del polvo, como en las películas porno”. Estábamos hartos de la convencionalidad, de los finales felices y de que todo terminase bien. Optamos, pues, por romper la botella contra el cabecero de la cama y llorar. Lo suyo era haber terminado de follar, pero siempre fuiste a contracorriente.

Me gusta verte sufrir; es una relación proporcional: cuanto más quiero a una tía más me gusta verla con los ojos llorosos. Tú me correspondiste con mi dosis de dolor por esa noche.

Nadie sabe cómo nos encontramos. Por casualidad, supongo, aunque la casualidad parece no existir. No puedo recordar exactamente cómo fue, sólo que iba drogado, como todos los fines de semana, para desinhibirme de la tensión del trabajo. Tú apareciste entre luces, cubatas derramados y olor a sudor para llevarme de un beso a la puerta del local. Allí, con los ojos del portero clavados en nosotros, me comiste a besos y me llevaste a las escaleras del edificio de enfrente para terminar de comerme. Todo lo hiciste tú; a mí me bastó con dejarme llevar y sentirte, como aquellas noches del verano pasado. Tus manos tocaban todo mi cuerpo, mientras tu lengua entretenía a mi boca y me tenía amarrado. Parecías desesperada, loca, fuera de ti misma.

Te aparté de mí, de mi boca y de mi cuerpo. Tú no aguantabas más, y yo mucho menos. Nuestras mentes se cruzaron, pareciste leer en mis ojos lo que buscaba, justo como antes. Agarraste el cuello de mi camisa y me levantaste del portón para salir corriendo. Apenas pude quitarme tu saliva de la cara y cerrarme el pantalón.

Apareciendo en la puerta de tu casa seguiste con tus mordiscos y tus besos dislocados. Te tomé entonces de la cintura mientras intentabas abrir la puerta. Ibas fatal, pero me encantaba tu cara en ese momento: tus párpados caían suavemente hacia abajo y tu risa desorbitada se dejaba escuchar por toda la calle, haciendo a la vecina del tercero asomarse para ver qué pasaba. Tu ropa, por otro lado, estaba igual de perfecta que tú; no podía faltar nada en ti. Tenías que salir a matar. A matarme.

Los ojos me quemaban y la cabeza parecía que me iba a estallar. Subimos hasta tu cuarto a trompicones, tropezando en cada escalón y dejando un beso en cada uno de ellos. Con cada bocado nos hacíamos uno, fundiéndonos como un helado a la sombra. En tu cama no pudimos más, hasta que nos encontramos sin saber qué hacer. Cristales rotos, sábanas mojadas de champagne, sangre y lágrimas. Tu boca fue dejando de estar tan suave, tan loca y tan ardiente poco a poco para convertirse en un gesto de amargura. La única solución era reactivarnos con aquellas pastillas de niña pija que tanto te gustaban. Mi lengua alimentó a tu boca para volverla como antes, tan fugaz y tan inquieta.

Esta vez era yo quien mandaba. Tú estabas a mi merced, indefensa sobre la cama de tu habitación. Ahora mordía yo, era yo quien tenía ganas de más, de sacarte todo lo que llevabas dentro. Tu cuerpo temblaba, parecías tener miedo y frío. Te agarraste a mi espalda más fuerte, me arañaste como si estuvieras cayéndote y necesitases aferrarte a mí. A mí me gustaba, toda tu fuerza parecía escaparse mientras me pasabas tu aliento. Como una muñeca bajo mi cuerpo te dejabas hacer. Más tarde creí que querías escapar. Tu cuerpo convulsionó y yo comencé a asustarme. Me aparté de ti y te sentí expirar, dejando en tu cara un gesto desfigurado de nerviosismo. Te toqué. Aún estabas caliente, pero ya no notaba nada dentro de ti.

Ahora lloraba yo. Yo gritaba ahogadamente agarrado a tu cuello. Sirenas de ambulancia se mezclaron con mis sollozos para cerrar el telón de una representación desenfrenada y turbia, como de drama moderno. Tu cuerpo yacía entre la calma que viene después de la tempestad, mientras en mi boca aún quedabas tú, quedaban esas golosinas de niña pija que tanto te gustan. Tu apariencia, aún así, seguía siendo perfecta. Aquella noche habías salido a matar. Habías salido a matarte.

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One Response to “Demencialmente extasiados”

  1. Da pena que esto pase muchas mas veces de las que nos imaginamos... Pero bueno, lo que venia a decir, la mezcla perfecta entre imaginacion y saber expresarse... sorprendente, sin palabras...

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